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Te presento al señor síndrome del impostor

El síndrome del impostor es cuando una persona no reconoce su propio esfuerzo y piensa que ha obtenido sus logros por suerte o casualidad. Este síndrome afecta principalmente a las mujeres, sin que ello signifique que muchos hombres también lo padezcan.

De acuerdo a Saskia de Winter[1], las mujeres están expuestas a un mundo machista “en donde se nos compara con otros hombres y nos brindan menos oportunidades por el simple hecho de ser mujeres; entonces, es cultural y global, son espacios en donde hay sobre-exigencia y un autosabotaje muy fuerte”.

Es por ello que las mujeres tienden atribuir el éxito hacia una causa externa (como suerte) o a una cualidad interna temporal (como el esfuerzo). Muchas investigaciones señalan que el síndrome del impostor puede ocurrir en cualquier momento, sin importar la edad o el estado profesional.

Sobre estas afirmaciones, debo señalar que, en lo personal, he sentido esa sensación de autosabotaje muchas veces. Cuando ocupé puestos ejecutivos he sentido esa presión de demostrar que la empresa tomó la decisión correcta al ponerme en uno u otro puesto. He sentido que todos estaban pendientes de los pasos que daba y atentos del momento en que tropezaba. He tenido que disfrazarme de mujer autosuficiente y ponerme una coraza de hierro para que nadie note que no tenía idea si lo que decía era correcto o que estaba temblando por dentro (en este momento una corriente recorre todo mi cuerpo). Me he sentido sola en un mundo gerencial liderado por hombres.

Ahora, ¿por qué el síndrome del impostor afecta más a las mujeres que a los hombres? Según Laura Newinski, vicepresidenta y directora de operaciones de KPMG en EE.UU., explicó que las mujeres pueden sufrir del síndrome del impostor más que los hombres debido a muchos factores, entre los que se encuentran las diferencias en la forma de crianza de las niñas y los niños. Tal es así que en una encuesta realizada por KPMG se encontró que desde la niñez se alienta a los niños a liderar y demostrar más confianza en sí mismos y no a las niñas[2].

¿Cómo podemos superarlo? Primero, hay que replantear nuestra forma de pensar:

  • Haz una lista de tus fortalezas, es bueno que la escribas y leas cada vez que vengan estos pensamientos negativos.
  • Reconozcamos nuestros logros, no importa si son grandes o pequeños. Las pequeñas victorias nos llevan muy lejos.
  • No nos comparemos con otros. La vida no es una competencia, cada una tenemos un ADN distinto.
  • Habla con alguien, sea un terapeuta o alguna persona con quien te sientas cómoda, a veces escuchar otras perspectivas aclara tus pensamientos (a mí me sirve mucho). Es una buena práctica pedir ayuda.

Es importante que enfrentemos los problemas y que desafiemos nuestros pensamientos negativos. Recuerda que es un proceso, pero cuanto antes lo empecemos es mejor.

En este nuevo rumbo que estoy tomando, tengo momentos en los que escucho esa voz que quiere autosabotearme. Afortunadamente, tengo un gran compañero de vida que me escucha y va conmigo de la mano, así que me hace retornar a mi camino y seguir adelante.

Termino citando a Saskia de Winter: “no soy lo que me pasó o lo que me ocurre, pero si soy en quien elijo convertirme día a día (..). Soy la que elijo convertirme día a día a pesar de las circunstancias, ¿qué voy a hacer al respecto para ser una mejor empresaria, una mejor compañera de trabajo, la mejor líder, una mejor amiga? Ahí está”.

Tienes potencial, confía en ti. Este mundo necesita de más mujeres que participan de manera activa en la economía y sigan aportando para una sociedad más equitativa.

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