Esta pregunta suele ser perfecta para los empresarios que deben definir una misión para su empresa o compañía. Toma mucho tiempo definirla, a veces largos meses de trabajo, de reuniones donde hay muchas ideas circulando en el ambiente; esas ideas se van desmenuzando parte por parte: se analiza el objeto de la empresa, qué trata de hacer por sus clientes, el público al que se está dirigiendo, el motivo por el que existe dicha empresa.
Cuando definimos una misión se suele hacer las siguientes preguntas: ¿Quiénes somos?, ¿qué hacemos? y ¿por qué estamos aquí? Pero esta misión no es definitiva, puede variar con el tiempo dependiendo de la estrategia de cada empresa.
Tal cual, sucede con nosotros (las personas naturales, haciendo referencia a términos jurídicos). ¿Por qué? Porque todos tenemos una misión en la vida y corresponde a nosotros definirla. Sencillo, ¿no? NO. No hay nada de sencillo en definir la razón de ser de uno, pero es un ejercicio enriquecedor y que no debemos dejar de hacerlo.
Para ello, primero debemos decidir qué es lo que queremos y no importa en qué momento de nuestra vida nos encontremos; siempre es bueno tomar una pausa y profundizar un poco más en nosotros mismos.
Una vez que sabemos qué queremos (o recordamos qué queremos, porque puede pasar que el día a día nos abrume y nos olvidemos de nuestros anhelos), tenemos que hacer el fiel compromiso de enfocar nuestras acciones hacia esa misión. En pocas palabras, ponerle mente, cuerpo, alma y corazón. Sin embargo, esto no llega sólo; implica establecer prioridades en nuestras decisiones y acciones. En definitiva, implica comenzar a planificarnos y hacernos 100% responsables de nuestras vidas.
OJO. No importa que tu misión signifique volver a empezar, enrumbar el camino a otro nivel o mejorar lo que tienes. No hay misión correcta o incorrecta, nadie tiene que darte su aprobación, solo requiere que tú misma te des permiso para alcanzarla.
Cuando tomamos esa decisión, cambia el juego. Eso puede implicar que aparezcan sentimientos no muy queridos (en principio) como la incertidumbre, miedo, frustración y quizás también se sume el síndrome del impostor. Así que, decidas lo que decidas, aun cuando no tengas todas las respuestas, debes estar comprometida en cumplir tu misión y hacerlo sin importar qué; si aún piensas que necesitas que alguien te diga si tu misión es correcta, sólo pregúntate: ¿Mi misión me hace sentir exitosa? Si la respuesta es positiva, aprieta el acelerador y no pares hasta conseguirla.
Haz este compromiso contigo misma ahora, escribiendo y repitiendo el siguiente mantra:
“Me comprometo firmemente a hacer lo que sea necesario para alcanzar mi misión, incluso cuando las respuestas no estén claramente frente a mí.
Me doy permiso de vivir este proceso, de sentir miedo, incertidumbre, esperanza, ilusión y todo aquello que venga con la decisión que tomo, en este momento.
Confío en mí y sé que voy a conseguir lo que me proponga; eso es un hecho”.
Ahora fírmalo y manos a la obra.